Cambios y tendencias en el uso del lenguaje
Desde hace varias décadas ya que innumerables iniciativas particulares (investigadoras, docentes, entre otras) y colectivas (asociaciones, sindicatos, organismos oficiales) se ha planteado y han demandado la importancia de modificar en lo posible el uso del lenguaje basado en el uso masculino genérico del lenguaje para hacer “visibles” a las mujeres y alcanzar un lenguaje más igualitario. A este debate sobre la necesidad (o no) de actuar sobre el lenguaje para que éste no llegue a discriminar por razones de sexo/género se ha incorporado en los últimos años la voz de aquellas personas que no se sienten incluidas en el binomio categorial hombre/mujer: son las personas trans (=transexuales) y las no binarias, que se han unido al movimiento feminista para reclamar reformas gramaticales que también les den cabida en el lenguaje. De esta forma, el lenguaje no binario es la propuesta política surgida desde el movimiento LGBTQ+ que consiste en evitar las palabras que evidencien el género masculino o femenino y, en su lugar, modificar la frase de manera que se empleen palabras neutras o cambios gramaticales como, por ejemplo, el uso de la “e” (para una breve historia del español no binario ver Papadopoulos 2022).
En muchas lenguas se intenta que el lenguaje sea lo más neutro posible en cuanto al género o, al menos, sensible a él. En español existe la expresión lenguaje no sexista, que ha sido poco a poco sustituida por el término lenguaje inclusivo. En francés existe la “écriture inclusive”, en alemán la “gendergerechte Sprache”. Los distintos lenguajes tienen marcadores de género en diferentes grados: El “Language Index for Grammatical Gender Dimensions” distingue entre cinco grupos, desde los lenguajes con género gramatical (como el alemán) hasta las que no lo tienen (como el turco o el finés). Hay muchos puntos en común en las acusaciones contra los idiomas con género gramatical como, por ejemplo, el masculino genérico, que muchos perciben como no inclusivo. En algunos idiomas no sólo se da en sustantivos, sino también en artículos y adjetivos (como en las lenguas romanas) e incluso en verbos (como en las lenguas eslavas). Aún más común es el problema del tercer pronombre ausente. En sueco, por ejemplo, ya se ha resuelto parcialmente de forma oficial con el nuevo pronombre “hen”. En otros idiomas hay muchas propuestas de neopronombres (iel en francés, elle en español o они en ruso), pero aún no son aceptadas por el gran público.